Fabrican prótesis 3D para mascotas amputadas

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La primera vez que Alejandro Colli utilizó una impresora 3D tenía 16 años. Era el año 2017 y sus padres, tras un esfuerzo económico, le obsequiaron la máquina que él tanto les había pedido. Al verla llegar a su casa del barrio de Lanús, en la provincia de Buenos Aires (Argentina), no vaciló en ponerla en funcionamiento. Luego de semanas de uso, y gracias a tutoriales de diseño que encontró en YouTube, consiguió fabricar su primer pieza: un molde para hornear galletas.

El resultado lo llevó a avanzar en modelos cada vez más complejos. Pero en el 2018 halló en la web unas plantillas de diseño que le llamaron poderosamente la atención. No eran bandejas de cocina ni nada similar. La descripción lo había desconcertado:

“Prótesis ortopédicas para animales amputados”, leyó. El joven era un ferviente seguidor de Gino Tubaro, un argentino mundialmente reconocido por su labor filántropa de construir manos para personas amputadas y obsequiarlas, utilizando la misma tecnología 3D. Entonces, la pregunta que lo invadió fue sencilla: “¿Por qué no hacer lo mismo para las mascotas?“.

La descarga gratuita de los diseños le permitió estudiarlos, adaptarlos para su impresora y luego comprar los materiales para su producción. Tras unos meses de “prueba y error”, creó su primera pieza ortopédica. 

“Estuve dos meses aprendiendo a usar el programa, hacía todo por simple intuición. Ese mismo año (2018), además, había comenzado la carrera de Ingeniería Informática, así que pude consultarles a algunos profesores un par de dudas. Después compré la materia prima, que es un plástico derivado de maíz que se coloca dentro de la máquina, y herramientas para ajustar tornillos. Dos días después, ya tenía algunas piezas listas. Publiqué una foto en Twitter contando lo que podía hacer, para ver si a alguien le servía y ahí se viralizó todo”, recuerda hoy el diseñador en diálogo con RT.

Fueron más de 100,000 retuits aquel día. En su mensaje, el joven de 20 años describió los inconvenientes de salud que trae para los animales la falta de sus extremidades:

“Un perro sin una pata sufre problemas en la columna vertebral y en la extremidad contralateral a la amputada, entre otras enfermedades”, explicaba.

Las respuestas a su publicación se multiplicaron a medida que pasaron los días. Entre todas las solicitudes, Colli encontró a una vecina de su misma localidad. Ella le contó que a su perro le faltaba una pata y que el costo de un implante canino en una veterinaria le resultaba “impagable” (aproximadamente unos 450 dólares).

Fue por esa razón que el adolescente decidió regalar cada prótesis que fabricara, aunque él también enfrentara algunos gastos. “La verdad que no costaba mucho dinero fabricar los aditamentos teniendo la máquina. Simplemente tenía que comprar la materia prima e ir a tomarle algunas medidas al animal. Con esos datos ya podía imprimirle una pata ortopédica”, detalla.

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