La colmena y la alegoría de la esclavitud en AFTERSHOCK Animosity #3

Animosity ha sido uno de los primeros cómics elegidos por Planeta, junto a Jimmy´s Bastards, para iniciar su nueva línea editorial dedicada a publicar los cómics de Aftershock.
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Seguimos viendo como el viaje, de Jesse y su perro Sandor, continúa, mientras atraviesan los Estados Unidos de costa a costa buscando al hermano de la niña. Planeta Cómic publica el tercer volumen de la obra de Marguerite Bennett y Rafael De Latorre, Animosity.

Ha pasado más de un año desde que los animales cobraron conciencia de su situación y comenzaron a hablar. Nuevo arco argumental de esta interesante serie del sello Aftershock, que pronto contará con un spin off, Animosity Evolution. Tras la huida de Nueva York y los encuentros con los animilitares y el “dragón” rojo, nuestra protagonista y su fiel sabueso continúan con su periplo de camino a San Francisco para reencontrarse con el hermano de Jesse, veterinario de profesión. Les acompaña el humano Kyle y algunos de los animales que actúan a modo de actores secundarios en la trama. Ahora han topado con un enjambre de abejas que está teniendo problemas con una comunidad cercana.

Marguerite Bennett aprovecha este momento de la narración de Animosity para incluir una alegoría, una figura que provoca que una determinada representación de las cosas tenga un significado simbólico. En este caso la autora está utilizando la esclavitud e incluso el racismo como caballo impulsor de la historia. Las abejas, tan valoradas en la actualidad como un medidor de la salud del planeta, ocupan el lugar de pueblo oprimido, por ser consideradas incluso menos que los animales al ser insectos. Se entiende la importancia de su función polinizadora pero no se las escucha a pesar de tener voz, para sus captores son un mero instrumento al servicio de sus intereses particulares.

Resulta peculiar el modo en que Bennett utiliza a la colmena como una entidad común, con su abeja reina a la cabeza. Apenas hay individualidades y estas se traducen en vocecillas apenas audibles que aun así siguen los dictados de su jerarquizada sociedad. Todas trabajan por su bien común, unidas en la protección de las larvas. La colmena es la víctima de toda la situación generada pero tampoco dudan en utilizar la coacción para conseguir sus metas, aunque tengan que incluir el secuestro entre su nómina de actividades. Jesse no es ajena al sufrimiento y su alma bondadosa siempre está dispuesta a tender un brazo a quien lo necesite, incluidos los amigos que ha ido haciendo por el camino. Sandor no tiene todo el tiempo del mundo pero si Jesse quiere hacer algo se convertirá en su amigo más fiel, su protector.

El brasileño Rafael De Latorre continúa ilustrando la colección aportando su dosis de humanidad a los animales “redivivos” en Animosity, demostrando que su moral está más equilibrada que la de los seres humanos que van encontrando a su paso. Su representación de la colmena unida cobrando vida resulta terrorífica en todo momento, una amenaza que no resulta velada, provocada por la situación que han tenido que vivir. El dibujo individual de las abejas también destaca por su proximidad a la representación real, cobrando vida y detalle a pesar de ser, en muchas viñetas, pequeñas motas que surgen.

Parece que el viaje de Animosity se plantea largo, al menos por la poca distancia recorrida hasta el momento dentro de la gran extensión de Estados Unidos. Eso sí, si la serie continúa por los mismos derroteros, de calidad e interés, la numeración puede ser todo lo larga que estime Marguerite Bennett. Sin duda la mayor sorpresa dentro del sello Aftershock, por su originalidad de planteamiento y por conseguir que empaticemos con el reino animal en muchos sentidos.

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