La historia de superación de Tom Cruise

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Ha sido catalogado como uno de los héroes de ficción más importantes del celuloide al que no hay misión imposible que se le resista. Así es Tom Cruise, un amante del riesgo y la aventura que prefiere no tener dobles en sus escenas de acción y se atreve con lo que le echen encima. Esa fortaleza y actitud casi invencible no se reduce exclusivamente a su papel como actor, también es un rasgo muy marcado de su personalidad. El protagonista de Entrevista con un vampiro tiene una poderosa razón para ser casi un superhéroe de la vida real: un triste a la vez que escabroso episodio que se remonta a su niñez.

Detrás de ese carácter exultante y sonrisa eterna se esconde una infancia marcada por un padre maltratador que le pegaba y humillaba verbalmente. Parece el guión de un drama familiar pero desgraciadamente fue una cruda realidad que llenó de miedos y sombras algunos años de su vida.

Mientras muchos niños jugaban y se divertían en la calle, Tom aspiraba a algo poco habitual en un crío de esa edad. Lo tenía claro, ni médico, ni ingeniero, ni mucho menos astronauta, él quería ser actor y no pararía hasta conseguirlo. “He deseado hacer películas desde que tenía 4 años. Poder entretener a la audiencia fue siempre mi gran sueño”, explicó en exclusiva hace dos años a la revista People. Pero mientras imaginaba cómo lo conseguiría, en casa vivía una auténtica pesadilla. Su progenitor, un ingeniero eléctrico llamado Thomas Cruise, le pegaba a la primera de cambio. “Fue un abusador y un cobarde, una persona que si algo iba mal te golpeaba. Fue una gran lección en mi vida ver cómo alguien te podía llevar a dormir y hacerte sentir seguro para luego, ¡zas!”, explicó por primera vez en una desgarradora entrevista para Parade en 2006.

Como toda pesadilla esta también tuvo su final. Un buen día ese señor que decía llamarse padre les dijo ‘ahí os quedáis’ dejando a su madre y a sus hermanos con una mano delante y otra detrás. Su ausencia fue dura pero no tanto como los golpes físicos y psicológicos que recibió. Un drama en el seno familiar que lejos de arrebatarle sus sueños los alimentó el triple. El maltrato que sufrió se convirtió en la gasolina que necesitaba para llegar a ser la superestrella de Hollywood que siempre aspiró ser. Eso sí, sin fiarse demasiado de la gente. Si su padre le había fallado de esa forma, ¿de qué serían capaces los demás?. “Para mi fue como: ‘hay algo raro en este tío. No confíes en él, ten mucho cuidado cuando le tengas cerca”, explicó el actor, entonces de 46 años. Una durísima reflexión y lección aprendida que le ayudó a seguir su camino solo y con muy pocos amigos.

La escalofriante revelación llegaba cuando Tom ya se había convertido en uno de los grandes de la meca del cine y a sus espaldas tenía éxitos como Risky Business, Top gun, Jerry Maguire y varias entregas de Misión imposible. Nadie se hubiera imaginado que este hombre de gesto amable y padre entregado a sus hijos hubiese pasado por algo tan aterrador. Pues sí, y la cosa no se queda ahí porque las personas como su padre que desaparecen de la noche a la mañana suelen volver a escena años después cuando ya no son la sombra de lo que eran. Eso fue lo que pasó con su progenitor. Diez años después, cuando Tom ya era un hombre adulto y con unos cuantas películas en su currículum, se vio de nuevo las caras con la persona que casi arruina sus vidas. Fue él quien sin rencor se acercó a su padre en busca de una reconciliación.

Es algo que suele pasar en los niños que crecen con la ausencia de uno de los progenitores, la curiosidad por saber cómo está y las ganas de tener un desenlace feliz hacen que salgan en su búsqueda. Tom, que solía y suele conseguirlo todo, logró ese encuentro, pero ya era demasiado tarde. Su padre estaba muy enfermo. “Estaba en el hospital muriendo de cáncer y me puso la condición de que solo me recibiría si no le preguntaba sobre el pasado”, expresó Cruise en esa entrevista a Parade. Y lejos de negarle la visita lo que sintió fue pena y compasión. “Cuando le vi con tanto dolor pensé: ‘qué vida tan solitaria’. Rozaba los 50, fue triste”, aseguró.

Una vida que representaba lo opuesto a lo que él quería ser y hacer. Pero ya no hay rencor. El actor de 58 años ha vuelto a recordarle en posteriores entrevistas después de su muerte donde incluso le excusa por sus malos actos. “Recuerdo mirarle y haber querido entenderle, no quería borrarle del mapa. Era un hombre perdido, no puedo explicar cómo y por qué llegó hasta ese punto, ese fue su camino. Lo único que puedo decir es que él estaba agobiado por la vida”, explicó en 2010 a la revista Esquire. Después de tantos años, Tom reconoce que no fue un camino de rosas y que esa vivencia tuvo un gran impacto en su vida y en su comportamiento en su infancia y adolescencia.

Para empezar no soportaba a los niños del colegio que se dedicaban a acosar a otros. Además de vivirlo en casa le tocó pasar por eso en la escuela generando en él mucha ansiedad.En varias ocasiones el típico abusador venía y me empujaba. Mi corazón empezaba a latir fuerte, sudaba y me sentía como si fuese a vomitar… No me gustan los abusadores, afirmó a Parade. Otro niño hubiera necesitado de ayuda profesional para enfrentar situaciones tan complejas pero Tom encontró algo que le permitió superarlas y, sobre todo, encararlas cada vez con menos miedo y más coraje. Ese algo fue la ficción y todos esos personajes que nacen de ella, sin él saberlo comenzaba a construir el actor que años después arrasaría en taquilla con sus películas convirtiéndose en un número uno.

Así de mágico es el cine, al menos para ese Tom niño que empezó a crear personajes fuertes que salvaban a los demás de sus tragedias y problemas. “Si alguien se metía con mis hermanas me sentaba fatal… Construía diferentes personajes y sketches para hacerlas sentir bien a ellas y a mi madre. Sobre todo trataba de hacerlas reír. Imitaba al pato Donald como a John WayneIf. Recuerdo incluso ver la película Soul train e imitar a los bailarines. Así que se puede decir que fue así como empecé. Siempre soñé con estar en películas”, rememoró con cariño para Esquire. Mientras él volaba en una nube imaginándose como protagonista de grandes filmes, su familia le miraban con ternura pensando que eso era imposible. “Se reían”, recuerda con ironía.

Con lo que sus seres queridos no contaban es que los sueños pueden llegar a hacerse realidad y para prueba un botón. Ese niño de alma rota pero sonrisa ingenua e ilusiones sin límite que había asumido el papel de protector en la familia tuvo su primera oportunidad para brillar y vaya si la supo aprovechar. Se trataba de un papel en Taps, más allá del honor, donde compartiría cartel nada menos que con Sean Penn y Timothy Hutton. La audición era en Nueva York y hasta allí que fue con su madre. Apenas llevaba 25 céntimos en el bolsillo pero le sobraban las ganas de darlo todo. Tan solo tuvo que decir una frase para que el papel del cadete David Shawn fuera suyo. “Dije una línea y ya está. Tenía el pelo largo por aquel entonces, así que me dijeron: ‘sujétatelo’ y luego ‘gracias’. No sé por qué pero sabía que era mío”, explicó todavía con la emoción de un niño a Esquire.

Y suyo fue. Al cruzar la calle le esperaba su eterna compañera, la que jamás le había fallado, su madre quien nada más ver su carita de felicidad supo que su hijo llegaría muy lejos. Así ha sido. A partir de ahí todo ha sido trabajar y trabajar porque si hay algo por lo que Tom es conocido es por su afición, por no decir adicción, al trabajo. Los 80 estuvieron marcados por una primera toma de contacto con esto de la Meca del cine, una década en la que se haría dueño y señor de los corazones de las adolescentes. Títulos como Risky business, Legend o Top gun le hicieron merecedor de esos honores.

Lo que pasa es que con la fama no solo llega el dinero y la gloria, también los paparazzi, los tabloides y toda esa parte menos glamurosa que aniquila la vida privada de cualquier estrella, sobre todo si es de su magnitud. Mientras su carrera ascendía como la espuma también lo hacía el interés por su vida amorosa, una parte que a Tom no le hacía demasiada gracia y que le empujó a hacer cosas extrañas que creaban aún más morbo y curiosidad a la prensa. Por ejemplo, su boda con Mimi Rogers en 1987. Según la publicación Entertainment Weekly, la pareja hizo una ceremonia más privada que los rodajes de Stanley Kubrick, conocidos por su secretismo. Él apenas tenía 24 añitos, ella 30, los dos creyentes de la Cienciología: una bomba explosiva y el alimento perfecto para la prensa rosa. Su amor duró poco, dicen las malas lenguas que por el éxito desmedido que aquel jovencito empezaba a tener e hizo sombra a su entonces mujer. La realidad la saben ellos pero con ese divorcio Tom se dio cuenta que su privacidad había pasado a otro plano y que era el precio que tenía que pagar por lograr su sueño.

Era el principio de una vida de película, en la que sus éxitos profesionales se iban sumando a sus fracasos personales. Era famoso, rico, deseado por millones de mujeres y con las mejores ofertas sobre la mesa de la oficina de su representante. Entre ellas Días de trueno, la película en la que conocería a otro de los grandes amores de su vida, Nicole Kidman. Como suele ocurrir en los principios de todas las buenas historias de amor, esta también fue de cuento de hadas. Se puede decir que casi, casi fue un amor a primera vista. “Recuerdo entrar y estar tan nerviosa, de repente vi a Tom Crusie en su Porsche, creo que era. Salió del coche y caminó, yo estaba que se me caía la mandíbula. Entonces llegué yo y tuve que audicionar frente a Tony Scott”, explicó la oscarizada actriz al editor de People de su primer encuentro con el que acabaría siendo su marido. En la prueba también estaba Tom que quedó prendado. No se lo pensaron dos veces, el papel fue para aquella belleza australiana de melena salvaje y pelirroja.

Y así, como quien no quiere la cosa, del guión pasaron a las reuniones, de las reuniones a las citas y de ahí a los besos de verdad. La cosa terminó con final feliz y una boda apenas meses después de conocerse; esta vez la cosa iba en serio. Tanto que decidieron aumentar su familia adoptando dos niños que llenaron su vida de amor y felicidad, Bella y Connor, hoy de 27 y 25 años, respectivamente. La luz de los ojos del actor y su segundo gran sueño hecho realidad: ser papá. Después de toda la pesadilla vivida en su infancia esta era la oportunidad perfecta para dar todo el amor que a él le fue negado por su progenitor.

Vaya si lo dio. Su primogénita, Bella llenó su vida de perspectiva e ilusiones nuevas. Ya era la gran estrella que siempre deseó, ahora quería ser el mejor padre del mundo. “Nunca olvidaré el momento en que me convertí en padre. Es difícil de explicar, ese nivel de responsabilidad, el deseo de aportarle tanta alegría. La claridad de que nada es más importante que eso. Recuerdo esa primera noche mirando a Bella fijamente, la miraba cada segundo y sentí esa unión inmediata, la protegía con mi mirada”, expresó profundamente emocionado en su entrevista con Esquire. Fue ahí que le hizo una promesa a su hija, haría todo por quererla y cuidarla sin medida, justo lo que no hicieron con él.

A veces los cuentos de hadas no terminan con esa frase de fueron felices y comieron perdices. Al menos no fue así con Tom y Nicole, quienes 11 años después de su romance de ensueño terminaron poniendo punto y final a su relación. Pero su fracaso matrimonial nunca se entremezcló con su papel de padres, en ese no hay divorcio que valga. La ruptura rompió los corazones de todo el planeta. ¿En serio se separan? Pensamos muchos. ¡Pero si parecían la pareja perfecta! Incluso habían vuelto a trabajar juntos en la polémica Eyes wide shut de su amigo Stanley Kubrick y habían derrochado puro amor en la alfombra roja. Pues nada, hay que asumir que veces la realidad supera la ficción.

Si bien ninguno de los dos ha hablado públicamente de su divorcio ni de su relación, por primera vez en 20 años uno de sus protagonistas, Nicole Kidman, ha roto el silencio en una reciente entrevista con The New York Times. En ella confirma, para tranquilidad de todos, que fueron “felices” casi hasta el final de su matrimonio. De hecho cuenta qué hacían después de las largas horas de intenso rodaje con Kubrick. “Estábamos felizmente casados en ese momento. Nos íbamos a conducir los karts después de las escenas. Solíamos alquilar un lugar y hacer carreras hasta las tres de la madrugada”, contó risueña en esta entrevista. Incluso recordó con cariño su divertida vida familiar con sus hijos en una caravana durante casi dos años que duró el rodaje de Eyes Wide Shut. “Cocinábamos espaguetis y Stanley venía a comer con nosotros a veces”, añadió.

Dos años después se separaron. El porqué es algo que nunca sabremos a ciencia cierta, ellos no lo han contado nunca y están en todo su derecho de hacerlo. Quien sí hicieron su trabajo y escarbaron dando posibles razones fue la prensa del corazón que apuntó a la Cienciología como la principal causante de su divorcio. Nicole nunca tuvo esas creencias ni entraba en sus planes practicarlas, lo que según dicen fue la gota que colmó el vaso para su entonces esposo, un creyente que ha defendido, promovido e incluso transmitido los ideales de su iglesia a sus hijos Bella y Connor todos estos años. “He elegido no hablar públicamente sobre la Cienciología. Tengo dos hijos que son cienciólogos y respeto absolutamente sus creencias”, declaró tajante la actriz en una entrevista con The Hollywood Reporter.

Queda claro. A partir de ahí, Tom y su relación con esta religión empezaron a ser, en muchas ocasiones, más el centro de atención que sus propias películas. Todos querían saber más de esa extraña asociación con estas creencias que le hacían tener comportamientos un tanto inisuales. Su defensa a ultranza de su metodología y sus polémicas derivadas de ello empezaron a resonar más que sus papeles frente a las cámaras. En 2005 Tom se atrevió a cuestionar e incluso a criticar a su colega actriz Brook Shields por tomar un antidepresivo llamado “paxil” que la protagonista de El lago azul empezó a consumir tras dar a luz a su hija Rowan. Su iglesia no cree en esa pastillita para salir de la depresión, al contrario, la considera el gran enemigo para su cura. “Lo único que hace es enmascarar el problema (no solucionarlo)”, dijo Tom en un entrevista con el periodista Matt Lauer. El asunto fue todo un escándalo que terminó con un Tom pidiendo disculpas a la entonces recién convertida en mamá.

Cruise la llamó por teléfono y al día siguiente se pasó por su casa para hablar personalmente. “Me pidió disculpas de corazón Me impresionó que fuera tan honesto. No sentí en ningún momento que tuviera que defenderme o que él quisiera convencerme de otra cosa aparte de que lo lamentaba mucho. Yo acepté la disculpa“, relató Shields en una entrevista en la cadena de televisión NBC.

Da igual lo que hiciera, su buena fama empezó a resquebrajarse por actos como este. Pero la gota que colmó el vaso llegaría después con la imagen de un Tom Cruise desmelenado y subido en el sofá de la famosa presentadora Oprah Winfrey en pleno programa en directo. El hombre lo hizo para expresar lo enamorado que estaba de su nueva pareja, Katie Holmes, pero el mundo lo vio como un acto de todo menos normal. Le llovieron cuanto adjetivo descalificativo había que le señalaban principalmente como majareta. El hombre perdió un poco los papeles por amor y el mundo ya no hablaba de otra cosa. ¿Era para tanto? Quizás no. Desde la distancia de los años Tom se responsabiliza de sus actos pero sigue pensando que la cosa se salió de madre.

Lo que pasó, pasó. Quería que la audiencia estuviera tan feliz como yo, quería que mis hermanas y mi madre se pusieran contentas al verme hacer esos movimientos que solía hacer de niño. Pero asumo la responsabilidad de mis actos. Después se dijeron cosas horribles sobre mi y una vez que eso ocurre ya no lo puedes cambiar”, explicó para Esquire. Un capítulo que dio para unos cuantos memes y sketches memorables en los años consecutivos. En cambio a él no le hizo tanta gracia, todo lo contario. Las críticas masivas contra su persona le hicieron revivir su duro pasado cuando su padre y los chicos del colegio le trataban mal. “Me sentí una vez más como el chico nuevo en el patio de la escuela del que los otros niños cotilleaban”, rememoró.

Desde entonces tiene colgado el cartel de raro. No se ha podido deshacer de él. Y mucho más tras su tercer divorcio con Holmes. Porque después de esa exaltación de alegría y una boda de ensueño en un palacete italiano, la pareja terminó divorciándose. De nuevo todo envuelto en un secretismo absoluto. Nadie sabe cómo, cuándo y por qué. Los tabloides se lo imaginaban y publicaron todo tipo de historias para no dormir. Que si Holmes estaba harta de la Cienciología, que si Tom no le dejaba trabajar, que si ella no quería que su hija practicara esa religión… rumores y más rumores, pero nada confirmado ni demostrado.

Es cierto que toda esta historia de superación familiar y cercanía con sus hijos mayores se aleja a la realidad que vive con Suri. La niña que tuvo con Katie Holmes ya suma 14 primaveras y según los medios de prensa rosa, el actor lleva años sin verla. Al menos no se ha visto una fotografía de él con la niña desde 2013. Ni Katie ni Tom se han pronunciado al respecto mientras las malas lenguas señalan a la cienciología y sus normas de alejarse de aquellos que abandonan la religión como posible culpable.

Lo malo de estas cosas es que como dice el refrán ‘difama que algo queda’ y el afamado actor lleva casi dos décadas sin poder quitarse esa letra escarlata. Lo ha llevado con bastante dignidad e incluso lo compagina a la perfección con su carrera, la cual sigue en la cumbre. Su trabajo ha sido su mayor refugio y su respuesta a todas las habladurías que se siguen diciendo sobre él. Aunque el Óscar se le resiste, al menos tiene tres Globos de Oro por unos títulos que bien merecidos lo tienen, Magnolia, Nacido el 4 de Julio y Jerry Maguire. Porque si de algo puede presumir Tom es de buenas películas. Te podrán gustar más o menos, pero por norma general no pasan desapercibidas y suelen ser un bombazo en la taquilla.

Casi 4 décadas después de su salto a la fama en sus planes no está lo de retirarse, al contrario, como buen amante de los coches y de sus motores, el suyo no necesita de ninguna puesta apunto. Está en pleno rodaje de la séptima entrega de Misión Imposible con escenas de riesgo que prometen subir el listón y en 2021 seremos testigos de algo más en la brillante carrera del actor, si la pandemia nos deja. Me refiero a uno de los estrenos más esperados de la década: Top Gun: Maverick.

Como no podía ser de otra manera, Tom es de nuevo su protagonista unos cuantos añitos después. La cosa promete un espectáculo de altos vuelos y en primera clase con un Pete Maverick Mitchell mucho más maduro y menos impulsivo a la cabeza. Esta vez con Joseph Kosinski al mando. Ha costado mucho que el proyecto se materialice pues llevan desde el 2012 dándole vueltas. Otro sueño cumplido para Tom y un regalo para los amantes de este clásico. Pero eso no es todo, incluso tiene previsto rodar la primera película en la Estación Internacional Espacial. Sí, don Tom se irá al espacio.

Su halo de misterio y carácter a veces esquivo por todo lo vivido no han podido arrebatarle su título de actor de primera. Su vida, de todo menos fácil, le ha convertido en una máquina de hacer películas y en un luchador nato que ha demostrado con creces que los sueños, con esfuerzo, se cumplen. Transformó una mala experiencia en algo enriquecedor para su persona, lo demás son cuentos chinos. Su vida privada y sus creencias son asunto suyo, a nosotros, por lo menos a mí, lo que nos interesa es verle en la pantalla de cine. Él dándolo todo como intérprete, y nosotros disfrutando como niños de su trabajo con un buen cubo de palomitas.

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