La película basada en la vida de Tolkien supera las expectativas

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Tolkien, la esperada película sobre el escritor J.R.R. Tolkien, autor de la trilogía de “El Señor de los Anillos”.

Las vidas de los escritores regularmente son poco interesantes y está bien. Uno se acerca a sus biografías más bien para encontrar rastros de su carácter e inteligencia y de las manifestaciones artísticas que los influyeron.
Hacer una biopic de J.R.R. Tolkien, el autor de “El Hobbit” (1937) y la trilogía de “El Señor de los Anillos” (1954-55) parecía una empresa inútil.

Su vida adulta era tranquila y hogareña, dedicado a sus libros, y a cultivar su fe. Quizá por eso la película se centra en sus años de juventud, más formativos e imprevisibles, y en cómo la entrada de la Primera Guerra Mundial y el fallecimiento de uno de sus amigos lo cambiaron profundamente.

La película sugiere algunas equivalencias con las aventuras de Frodo Baggins, aunque tiene la discreción de no formularlas de forma tan directa.
Cuando Tolkien (Nicholas Hoult), junto con la que sería su futura esposa, Edith (Lily Collins), asiste a un concierto de El Anillo de Nibelungo, de Richard Wagner, la historia de un anillo mágico resuena en el espectador.

Más evidente es la fraternidad que mantuvo con sus compañeros de escuela, con quien recitaba versos en lenguas que inventaba, y en donde reconoció la valentía y la lealtad como valores fundamentales de la élite a la que pertenecía.

La principal característica de Tolkien es su medianía. Los momentos de mayor dramatismo están retratados con introspección y calma, más que como traumas difíciles de lidiar, pero no por ello se siente aburrida.

Es una película que resulta un buen complemento a las historias de la Tierra Media, aunque nada más.

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