Las claves sobre la guerra comercial para el rebote del gato muerto

Toros, osos y gatos muertos acechan en el trasfondo de la guerra comercial de Estados Unidos. A medida que salen a relucir los efectos de la más reciente ronda de aranceles que ordenó el gobierno del presidente Donald Trump, los consumidores de noticias pueden encontrarse con términos desconocidos relacionados con inversiones o mercados financieros.

Mercado bajista

Un mercado bajista es el término que se utiliza cuando un indicador, como el S&P 500 o el promedio industrial Dow Jones, ha caído al menos un 20% desde su máximo histórico más reciente durante un período prolongado.

Wall Street suele usar un oso para representar un mercado bajista. Ello es porque los osos hibernan, por lo que representan un mercado adormilado. En contraste, el término para un mercado en auge es un mercado alcista, el cual Wall Street suele representar con un toro, porque los toros embisten.

Rebote del gato muerto

Cuando los precios de las acciones se recuperan brevemente en un momento de caída libre o incertidumbre, se conoce como un “rebote del gato muerto”. Esto proviene de la noción de que incluso un gato muerto rebotará si cae desde una altura suficiente. La recuperación del mercado tiende a ser breve y temporal, y la caída tiende a reanudarse.

Capitulación

La capitulación se refiere al punto en el que los inversores renuncian a la idea de recuperar sus pérdidas y venden sus activos, a menudo por miedo e intolerancia a la caída de los precios. Esto suele suceder en tiempos de baja confianza y gran incertidumbre y volatilidad.

En ocasiones, una capitulación puede indicar el fondo de un mercado, pero es más fácil identificarla en retrospectiva.

Recesión

Una recesión es un período en el que la economía se contrae y el desempleo aumenta.

Se cae oficialmente en una recesión cuando así lo declara la poco conocida Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER por sus iniciales en inglés), un grupo de economistas que toma en cuenta factores como las tendencias de contratación, los niveles de ingresos, el gasto, las ventas al menudeo y la producción de manufactura.

El Comité de Fechado de Ciclos Económicos del NBER define una recesión como “una disminución significativa de la actividad económica que se extiende por toda la economía y dura más de unos cuantos meses”.

Por lo general, el organismo no declara una recesión hasta mucho después de que haya comenzado, en ocasiones hasta un año después.

En los días previos a la entrada en vigor de la más reciente ronda de aranceles que impuso Trump, los economistas de Goldman Sachs aumentaron del 35% al 65% su evaluación de probabilidades de que Estados Unidos cayera en una recesión, pero los analistas rescindieron dicha previsión el miércoles después de que el gobierno federal anunció una suspensión de 90 días en la mayoría de los gravámenes.

“Comprar en la caída”

“Comprar en la caída” se refiere a adquirir títulos o invertir en el mercado inmediatamente después de que haya perdido valor, a un precio de descuento. La frase se utiliza comúnmente entre los inversionistas minoristas. Desafortunadamente, es casi imposible pronosticar el mercado, saber cuál será su fondo o cuánto tiempo tardará en recuperarse.

Bono del Tesoro a 10 años

El rendimiento del bono del Tesoro a 10 años es la tasa de interés que el gobierno de Estados Unidos paga para pedir dinero prestado durante una década. Es un indicador clave del sentimiento de los inversores y de las condiciones económicas, y ayuda a establecer precios para todo tipo de otros créditos e inversiones. El rendimiento influye en los costos de endeudamiento y es un indicador de las expectativas de inflación y crecimiento económico.

Históricamente, los bonos del Tesoro se consideran como uno de los activos más seguros del mundo. Eso significa que los inversionistas a menudo los compran cuando hay incertidumbre en el mercado, lo cual tiende a reducir el rendimiento. Los precios de los bonos a 10 años tienden a caer cuando la confianza es alta —y las personas compran activos considerados más riesgosos—, lo que hace que los rendimientos aumenten.

En los últimos días, sin embargo, los inversores han vendido bonos del Tesoro, lo que ha hecho que el rendimiento del bono a 10 años suba. Eso podría indicar una falta de confianza del consumidor en los bonos del Tesoro en sí, o varios otros factores.

Ninguno quiere ser el primero en ceder

La disputa arancelaria entre las dos economías más grandes del mundo adquirió mayor peligro el miércoles, cuando el presidente estadounidense Donald Trump intentó reducir su guerra comercial global a un enfrentamiento directo —y riesgoso— con Beijing.

Aunque Trump revirtió sus aranceles “recíprocos” más amplios sobre la mayor parte del mundo ante los temores de que sobrevenga una recesión, de todas formas aumentó una vez más sus aranceles sobre China, llevándolos al 125%. Esta medida enfrasca a los rivales estratégicos en un enfrentamiento cada vez más profundo que pone en peligro sus economías y sus intereses en todo el mundo. Lo que está en juego es más elevado que nunca, pues Washington y Beijing ya están inmersos en una competencia en todo, desde inteligencia artificial hasta política monetaria e influencia global en general.

Cada nación desafía a la otra a ceder primero. Pero las rondas de intensificación están generando preocupaciones de que la ventana para la diplomacia se haya reducido aún más, mientras se agudiza el dolor económico en ambas economías.

Detrás de todo esto, como de costumbre, se oculta la geopolítica: los temores sobre la seguridad regional y global que siempre están en juego cuando las relaciones económicas entre dos de las naciones más poderosas del mundo se tornan agresivas.

“Cuando golpeas a Estados Unidos”, declaró Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, “el presidente Trump devolverá el golpe con más fuerza”.

Después de que Beijing respondiera al impuesto “recíproco” del 34% a China aplicado por Trump con la misma tasa del 34% sobre los productos estadounidenses, Trump aumentó el arancel en otros 50 puntos porcentuales, sólo para encontrarse con el mismo incremento arancelario por parte de Beijing el miércoles por la mañana. Los productos estadounidenses que van a China ahora serán gravados al 84%.

Horas después, Trump declaró que las importaciones chinas a Estados Unidos serían gravadas “de inmediato” al 125%, citando la “falta de respeto que China ha mostrado a los mercados mundiales”.

“En algún momento, con suerte en un futuro cercano, China se dará cuenta de que los días de aprovecharse de Estados Unidos y otros países ya no son sostenibles ni aceptables”, escribió Trump en su plataforma Truth Social.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, insistió en que esta había sido la estrategia de Trump desde el principio y en que Beijing ha “mostrado al mundo (que ellos son) los malos actores”.

Aunque los mercados financieros se recuperaron de sus mínimos más profundos luego de conocerse que China sería el blanco de la mayor parte de la ira de Trump, las perspectivas reales de la creciente guerra comercial con Beijing aún se encaminan a ser significativas.

El Consejo Empresarial Estados Unidos-China instó a los dos gobernantes a “sentarse a la mesa” y hablar. “Los aranceles selectivos para alentar a China a acudir a la mesa de negociaciones son una cosa, pero estos amplios aranceles recíprocos no van en interés de nadie. Perjudicarán significativamente a la economía global, a la estadounidense y a la china, al igual que a las empresas, agricultores y consumidores estadounidenses”, advirtió el consejo.

Trump ha dejado poco margen para negociar una salida con China, salvo que ese país capitule, lo cual sería una abominación para el presidente chino Xi Jinping.

“Xi no será obligado a hacer una llamada”, señaló Sun Yun, directora del programa de China en el centro de estudios Stimson Center, con sede en Washington. Solamente una vez en la historia reciente, señaló, un gobernante chino ha llamado a Estados Unidos sin invitación, y ello fue después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Las tensiones comerciales, si no se controlan, podrían extenderse a otros sectores, advirtió.

Craig Singleton, el principal investigador sobre China en otro centro de estudios en Washington, la Fundación para la Defensa de las Democracias, coincidió en que una llamada telefónica desde Beijing es “improbable en este ambiente”.

“Cada lado cree que el tiempo está de su lado, lo que aumenta el riesgo de que ninguno se movilice para distender (la situación) hasta que ya se haya causado un daño real”, observó. “Esto ya no es sólo sobre aranceles. Es una prueba de voluntades”.

Antes del anuncio de Trump, Bessent calificó de “lamentable que los chinos realmente no quieran venir y negociar”.

“Y puedo decirles que esta intensificación es una pérdida para ellos”, declaró Bessent el miércoles en el programa “Morning with Maria” de Fox Business Network. “Sus exportaciones a Estados Unidos son cinco veces (mayores que) nuestras exportaciones a China. Así que pueden elevar sus aranceles. Pero, ¿y qué?”.

China tiene sus propios cálculos. Sus gobernantes, que supervisan a la segunda mayor economía del mundo, han prometido no rendirse ante la intimidación de Estados Unidos.

Aunque los aranceles de Trump más altos de lo esperado tomaron por sorpresa a otros países, China dice que ha estado preparada, luego de haber aprendido una lección de sus tratos arancelarios previos durante el primer gobierno del mandatario estadounidense. En respuesta a las diversas rondas de aumentos arancelarios de Trump, Beijing ha respondido rápidamente en cada ocasión con un paquete de medidas arancelarias y no arancelarias.

“Hemos estado en una guerra comercial con Estados Unidos desde hace ocho años y hemos acumulado una rica experiencia de lucha”, señaló un editorial del periódico insignia del partido gobernante, el Diario del Pueblo, fechado el lunes. El periódico aseguró al público chino que “no sucederá nada catastrófico”.

“Frente al impacto del acoso arancelario de Estados Unidos, poseemos una fuerte capacidad de adaptación”, observó el periódico del partido, citando la dependencia reducida del país de las exportaciones al mercado estadounidense y nuevas medidas para impulsar el consumo interno.

Desde que Trump impuso su primera ronda de aranceles a China en 2018, los gobernantes en Beijing han desarrollado un conjunto de herramientas de aranceles, restricciones a las importaciones, controles a la exportación, sanciones, revisiones regulatorias y medidas para limitar a las empresas de hacer negocios en China. Todo está diseñado para infligir dolor a la economía y a las compañías estadounidenses en respuesta a cualquier movimiento comercial del gobierno de Estados Unidos.

Melanie Hart, directora sénior del Global China Hub en el centro de investigación Atlantic Council, indicó que ahora Beijing está “lanzando todo el conjunto de herramientas contra” Estados Unidos, poniendo a empresas en una lista negra, golpeando a los agricultores estadounidenses e impidiendo que el país tenga acceso a minerales cruciales.

“Tienen un búnker que han estado construyendo para este momento”, manifestó Hart. “Están en el búnker. Y si yo fuera Xi Jinping, me sentiría mucho más cómodo que Donald Trump hoy”.

Pero el Diario del Pueblo también dejó en claro que Beijing sigue abierto a las conversaciones. “Frente a la volatilidad y la presión extrema de Estados Unidos”, señaló, “no hemos cerrado la puerta a las negociaciones”.

La agencia noticiosa oficial Xinhua también insistió en un editorial que Beijing no quiere una guerra comercial, pero puede librar una.

“No hay ganadores en una guerra comercial”, advirtió. “Pero China no teme una guerra comercial”.

El presidente Donald Trump insinuó que podría aliviar temporalmente a la industria automotriz de los aranceles “permanentes” que previamente impuso al sector. Trump no especificó cuánto tiempo duraría la posible pausa ni en qué consistiría, pero el sector automotriz está a la espera de cómo podrían cambiar las reglas sobre los aranceles del 25% basados en piezas de Estados Unidos, si los aranceles se mantienen en los vehículos ensamblados.

Los expertos han dicho que las pausas cortas probablemente no darán a los fabricantes de automóviles suficiente oportunidad para ajustar sus vastas cadenas de suministro globales, aunque las exenciones de piezas ciertamente fortalecerían a la industria en medio de los vaivenes de la guerra comercial de Trump.

Trump dijo a los periodistas el lunes que los fabricantes de automóviles “necesitan un poco de tiempo porque van a fabricarlos aquí, pero necesitan un poco de tiempo. Así que estoy hablando de cosas como esas”, refiriéndose a la reubicación de la producción desde Canadá, México y otros lugares. La noticia hizo que las acciones automotrices globales subieran el martes.

Matt Blunt, presidente del American Automotive Policy Council, que representa a las empresas automotrices nacionales Ford, General Motors y Stellantis, dijo en un comunicado: “Hay una creciente conciencia de que los amplios aranceles sobre las piezas podrían socavar nuestro objetivo compartido de construir una industria automotriz estadounidense próspera y en crecimiento, y que muchas de estas transiciones de la cadena de suministro llevarán tiempo”.

Trump anunció por primera vez los aranceles automotrices del 25% a finales de marzo. Los aranceles para los vehículos completos entraron en vigor el 3 de abril, mientras que los aranceles para las piezas estaban programados para comenzar 30 días después.

“El retraso de un mes tiene como objetivo dar tiempo al gobierno de Estados Unidos para elaborar reglas que eximan del valor de las piezas automotrices que contienen materiales fabricados en Estados Unidos, que no estarán sujetos a los aranceles”, según información de la firma de abogados Foley & Lardner, señalando una “exclusión” para las piezas certificadas bajo el pacto comercial regional, el Tratado entre Estados Unidos, México y Canadá o T-MEC. Se espera que el Departamento de Comercio determine “un sistema para calcular el contenido no estadounidense” para el 3 de mayo.

Al mismo tiempo, los fabricantes de automóviles están navegando por los gravámenes a las importaciones de acero y aluminio de al menos el 25%; aranceles del 25% sobre todos los bienes de Canadá y México; aranceles globales del 10% y aranceles recíprocos en todo el mundo —pausados por 90 días, y de los cuales los automóviles están exentos—; y aranceles sobre China al 145%.

El sindicato United Auto Workers y Autos Drive America, que representa a los fabricantes de automóviles extranjeros, no respondieron a las solicitudes de comentarios.

Los aranceles intermitentes ya han causado estragos en varios sectores globales, pero especialmente en la industria automotriz, que depende de una compleja red de piezas de todo el mundo.

Las industrias automotrices estadounidense y europea están “gravemente afectadas por los aranceles. Además del arancel del 25% impuesto a los vehículos, estamos impactados por capa tras capa de aranceles adicionales acumulativos, incluidos los de aluminio, acero y piezas”, dijo el presidente de Stellantis, John Elkann, en la reunión general anual de la compañía el martes, señalando al mismo tiempo el potencial de crecimiento del mercado automotriz chino este año.

“Pero no es demasiado tarde si Estados Unidos y Europa toman las acciones urgentes necesarias para promover una transición ordenada”, agregó Elkann. “Nos alienta lo que el presidente Trump indicó ayer sobre los aranceles para la industria automotriz”.

Aunque Trump dice que sus aranceles están destinados a fortalecer la fabricación automotriz en Estados Unidos, los fabricantes de automóviles no pueden reconfigurar su abastecimiento en períodos cortos de tiempo, dicen los expertos.

Debido a la naturaleza del negocio y al tiempo que lleva diseñar productos y poner en marcha la fabricación, podría llevar años reevaluar las fuentes de suministro y establecer nuevas operaciones de ensamblaje.

“Voltear de cabeza una cadena de suministro global que ha estado en su lugar durante décadas no puede suceder de la noche a la mañana para la industria automotriz”, indicó el analista de Wedbush Securities, Dan Ives, en una nota de investigación, “y creemos firmemente que el movimiento correcto sería centrarse en los autos terminados fabricados en Estados Unidos” en lugar de las piezas automotrices.

Los aranceles tal como están actualmente seguramente costarán a los fabricantes de automóviles miles de millones de dólares, impactarán el suministro de vehículos nuevos y usados y aumentarán los precios para los compradores de automóviles en los concesionarios en miles de dólares.

Algunos fabricantes de automóviles ya han pausado operaciones en Canadá y México y han despedido temporalmente a trabajadores en Estados Unidos.

Algunos también han intentado adelantarse al impacto de los aranceles a través de apelaciones a los clientes. De forma poco habitual, Ford, Hyundai, Genesis y Stellantis, fabricante de Jeep, empezaron a ofrecer programas de precios para empleados durante un tiempo limitado para llegar a los compradores antes de lo que probablemente serán fuertes subidas de precios.

Dependiendo de la política más reciente, quienes compren coches podrían beneficiarse de unas semanas más.

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