Mark Hamill habla sobre su personaje en The Last Jedi

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Las propias dudas de Mark Hamill acerca del papel de Luke en The Last Jedi han sido utilizadas por ciertos fans desencantados para decir que algo hay podrido en esta galaxia muy, muy lejana. Sin embargo, el propio actor se ha pasado estos meses desde que se estrenó la película defendiendo la elección de darnos un Luke Skywalker perseguido por sus fracasos tratando de romper el ciclo de oscuridad creciente que una vez más ha sumido a la galaxia en una profunda agitación.

En una interesante entrevista con IGN, Hamill comentó cómo al principio pensó que el hecho de que alguien tan decididamente idealista como el Luke Skywalker de la trilogía original—la personificación de lo que un Jedi debería ser, un héroe rebelde, una inagotable fuente de ingenuo optimismo entre sus cínicos aliados— pudiese caer tan rápido en la desesperación era sencillamente imposible. Pero entonces el actor se dio cuenta de algo muy triste: la transición de idealismo a cinismo de Luke era igual a la suya propia.

Es trágico. No soy un actor metódico, pero una de las técnicas que usan este tipo de actores es usar experiencias de la vida real para relacionarlas con el escenario ficticio en el que se encuentran. La única cosa en la que podía pensar, dado el guión que había leído, era que yo era de la generación de los Beatles—’All You Need Is Love’, ‘paz y amor’.

Pensé en aquellos tiempos cuando era adolescente: ‘Cuando lleguemos al poder, no habrá más guerras, no habrá más discriminación racial, y la marihuana será legal’. De momento llevo una de tres. Cuando piensas en ello, [mi generación] es un fracaso. El mundo es sin duda un lugar peor que lo que era entonces.

Tanto en la vida real como en Star Wars y en otras incontables sagas de ficción acerca de aspirantes a héroes listos para vencer un mal antiguo, nada desaparece para siempre, sea bueno o malo. Una sola generación de jóvenes idealistas puede conseguir algún cambio, pero sin transformar los sistemas que permitieron que esos villanos que combatieron apareciesen en un primer momento—en el caso de Star Wars, la corrupción del Senado abona el terreno para que tanto Palpatine como los secesionistas de la Primera Orden lo exploten—solo será un cambio de guardia momentáneo.

Es por eso, por deprimente que sea ver a un gran idealista como Luke Skywalker tan abatido, las preguntas tan graves que plantea The Last Jedi sobre sistemas y construcciones que han ayudado a perpetuar el ciclo de conflicto en el pasado es finalmente optimista. Muestra que depositar la esperanza en una nueva generación de jóvenes idealistas, capaces de aprender algo de los fallos de sus predecesores, puede ser la chispa que inicie el fuego del cambio regenerador.

Si, es una dura revelación para Hamill—y a través de él, para la audiencia— ya sea acerca de Star Wars o la vida real. Pero ese es el camino de migas que nos dejan las Galletas de Wookie.

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