Stray Toasters confirma que todo niño necesita su tostadora

Stray Toasters es el proyecto más ambicioso y personal de Bill Sienkiewicz (Los Nuevos Mutantes, Elektra Asesina). Una oscura y aterradora combinación de género negro, ciencia ficción y misterio recuperada a través de esta nueva edición repleta de material adicional.
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En Stray Toaster nos llevan a un futuro en el que los robots serán tostadoras que nos servirán, el 80% de las mujeres morirán jóvenes y la policía no podrá detener a un asesino. Y todo esto, mientras el diablo está de vacaciones.

Stray Toasters es la única obra larga escrita jamás por el genial ilustrador Bill Sienkiewicz, y dejó en ella una auténtica revolución visual, un punto a partir del cual deberían medirse las obras posteriores. Pero no lo creyeron así en su tiempo. Ahora podemos disfrutar de la mano de ECC ediciones de esta pequeña joya surrealista y compleja en la que nada es solo lo que parece.

Stray Toasters fue publicada originalmente en 4 prestigios (formato Usa) en 1988, bajo el sello Epic Comics de Marvel,  el lugar donde los autores podían firmar obras mucho más personales y adultas con libertad creativa y reteniendo sus derechos sobre su creación. Bill Sienkiewicz llegaba tras dos laureadas etapas en dos series Marvel: Caballero Luna y Los Nuevos Mutantes. Y tras hacer realidad los sueños de Frank Miller en Love and War y Elektra Asesina, decidió que quería plasmar su propia oscuridad en el papel.

El autor tiene un recuerdo negro en su infancia, el maltrato violento sufrido a manos de su padre, que plasmó en un número legendario de Caballero Luna, pero había mucho más. Todo esto causó que su visión de la familia fuera muy diferente, oscura, y “rara”. Por eso los robots parecen tostadoras, porque en el desayuno alrededor de ese electrodoméstico, las familias se despiertan empiezan el día, dan vida a una nueva jornada de forma optimista, juntos. Pero también es un cacharro más, algo que está ahí, y si no calienta tu pan, ni sabes que existe, y eso según el autor, son muchas veces los hijos para sus padres. Por eso, hablamos de Stray Toasters.

La historia a primera vista es esta:

A instancias de la Policía, el psicólogo criminal y escritor Egon Rustemagik es liberado de su reclusión en una institución mental. Un asesino en serie tan brutal como desconcertante está sembrando el pánico en la ciudad, y necesitan su ayuda para detenerlo.

Así se define en la publicidad editorial la trama de este libro, que siempre ha tenido el sello de complejo, la mala fama de inconexo, y la cruz de ser denso e inescrutable.

SI, hay un asesino, sí, hay un psicólogo pasado de vueltas, y también hay un niño y su tostadora, y un mundo cyberpunk extraño e increíblemente irreal, y parecido al nuestro. Y si, además el diablo se va de vacaciones  y mediante postales enviadas a su “familia” nos cuenta su experiencia mientras pasea por la ciudad donde transcurre la historia. Todo esto parece una mezcla imposible de unir, un marco que no tiene sentido para personajes que cuentan diferentes cosas, pero no es así. Stray Toasters es una obra donde todo está preparado para unirse y tener sentido, y cuesta mucho, porque cada uno de sus personajes es un gesto, una contrición, es dolor, y amor, y muchas veces, son tan lejanos a cualquier persona normal, que nos vemos reflejados en ellos solo en nuestros peores momentos.

Una obra que tienen un componente muy propio de los 80, la oscuridad y el pesimismo, la inocencia y el amor siempre acaba conteniendo algo de traición y de dolor. Y eso se puede ver en cada página. Sienkiewicz es un autor de tripas, de sangrar en cada hoja, y no solo lo hace él cuando  la crea, sino que lo hace el lector cuando la descubre. Cuesta que un ojo, entrenado o no, acostumbrado o no, no salte de un trazo a  otro, de un color a otro, de los collage al acrílico, del carbón a la tinta, porque es visceral, lo que está dibujado, y lo que sentimos a al leerlo. Las composiciones de página, que encierran como caminos a veces a los personajes, dejándoles solo una dirección, y otras se despliega en paneles regulares de 3×3 o 2×3, para plantear un pensamiento o un recuerdo que funciona mecánicamente, para acabar sobrepasando con los textos y los colores sus límites.

Así es todo en Stray Toasters, una historia de gente, en situaciones extrañas, que tienen una vida extraña y piensan aún más extrañamente sobre sí mismos. Descubriendo las miserias de la vida, del mundo y de la familia.

La complejidad de la obra asusta, es densa, sí, pero asequible, no creamos que es un cómic de Spiderman, pero con la atención necesaria, es un puzzle que resolver poco a poco que cobra vida en nuestra cabeza, y que no te soltará durante días. NO hay una presentación formal de personajes, ni del mundo, no hay un horizonte temporal, es como la vida, está ahí, y hay que vivirlo.

Una obra muy incomprendida en su día, que hoy sigue llamando la atención y creando el mismo impacto en los nuevos lectores, y que desafía aun después de casi 40 a años a los veteranos cuando la revisitamos. Bill Sienkiewicz no ha vuelto a centrarse en algo tan extenso narrativamente hablando, pero ha dejado una obra, que probablemente ha dejado un punto de arranque para otros autores, Dave McKean o Ashley Wood, Ben Templesmith son algunos de los que me vienen a la cabeza por influencia directa, pero muchos otros, de vez en cuanto tienen esos “vahídos”, y deciden meter un poco de esta surrelaidad extravagante en sus obras. Y todo eso, está aquí, en Stray Toasters.

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