Wandavision recuerda a joya infravalorada del cine ‘Pleasantville’

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¡Por fin! Después de una larga espera, numerosos cambios en el calendario y un año entero sin películas de Marvel, la Fase 4 del MCU ha dado comienzo oficialmente con el estreno de Bruja Escarlata y Visión (WandaVision), la primera serie de Marvel para Disney+. Los marvelitas están de enhorabuena, ya que durante las próximas semanas nos espera un viaje de lo más extraño e intrigante, a juzgar por el arranque de la serie.

Por ahora, Bruja Escarlata y Visión ha cautivado por su naturaleza de misterio absorbente envuelto en un homenaje a la sitcom clásica a lo largo del tiempo. Los dos primeros episodios nos trasladan a los 50 y los 60 para rendir tributo a comedias clásicas como Te quiero, Lucy o Embrujada, títulos que toma como punto de referencia para llevar a cabo un brillante ejercicio de reconstrucción televisiva. Pero más allá de estas series, Bruja Escarlata y Visión ha despertado comparaciones con una película en concreto, una joya infravalorada de finales de los 90 con la que también tiene mucho en común: Pleasantville.

Mientras esperamos al siguiente episodio, recomiendo otro viaje al pasado en forma de homenaje en blanco y negro a la sitcom clásica que, como Bruja Escarlata y Visión, esconde mucho más de lo que aparenta bajo su superficie.

Después del gran acontecimiento que fue Vengadores: Endgame, Marvel Studios tenía todo previsto para inaugurar la Fase 4 de su universo cinematográfico con Viuda Negra en abril de 2020. Sin embargo, la pandemia de Covid-19 obligó a aplazar el estreno en varias ocasiones, y con él las siguientes películas programadas. Ante esta nueva situación, el foco del estudio se ha puesto sobre el streaming con Disney+ y ha sido Bruja Escarlata y Visión finalmente la encargada de dar el pistoletazo de salida a la nueva era de Marvel, en la que las series exclusivas de Disney+ se entrelazarán con los largometrajes para crear una narrativa incluso más ambiciosa e interconectada que las anteriores fases.

Aunque no era lo que el estudio había planeado, Bruja Escarlata y Visión ha acabado siendo un principio de fase muy apropiado para los tiempos que corren: inciertos y desconcertantes, como la propia serie. Y es que estamos ante una propuesta original y excéntrica que nos muestra a una Marvel más interesada en experimentar y explorar nuevas vías creativas para expandir las historias de sus personajes y abrir su universo a nuevos horizontes. Es decir, algo diferente a lo que nos tenía acostumbrados para una época de cambio constante en la que no podemos dar nada por sentado.

La historia gira en torno a la extraña pareja formada por Wanda Maximoff y el sintezoide Visión. Elizabeth Olsen y Paul Bettany retoman los personajes a los que han dado vida en varias ocasiones en el cine para ahondar en su historia y sus poderes, interpretando versiones de ellos completamente distintas a las que habíamos visto en el cine. Los dos primeros episodios nos presentan al matrimonio viviendo una versión idealizada de su vida cotidiana que transcurre como si fuera una comedia rodada en estudio con público en directo, donde ambos tratan de integrarse con los vecinos ocultando sus habilidades mágicas y haciéndose pasar por humanos normales. Tanto Olsen como Bettany explotan su vis cómica para reproducir el estilo cómico y los gestos de la comedia clásica estadounidense, con fantástico resultado. Tan bueno como la recreación que la serie lleva a cabo a nivel técnico, sonoro y visual.

Estos dos capítulos, ambos en blanco y negro, funcionan juntos como una gran introducción a la serie. Wanda y Visión se enfrentan a situaciones clásicas de la sitcom como una cena con el jefe de Visión de la que depende un ascenso en el primero o un concurso local de talentos en el segundo, ambos con los enredos y el humor blanco propio de las ficciones catódicas de la época. Pero claro, bajo la fachada de ensueño de sus vidas se esconde algo más oscuro, ya que en realidad ambos están dentro de una serie ficticia llamada WandaVision que una figura enigmática está observando en unos monitores (inmediatamente nos acordamos de El show de Truman o La cabaña en el bosque). Dentro de esta ilusión o realidad alternativa, Wanda empieza a notar cosas extrañas, lo que la lleva a sospechar que quizá no todo sea tan perfecto como parece. Ahí es donde la serie se pone interesante, coqueteando con el suspense y el terror para dejarnos escenas verdaderamente inquietantes que van destapando el misterio.

Concretamente en uno de esos momentos en el segundo episodio, Wanda encuentra un helicóptero de juguete en su jardín. Confundida observa que el objeto está en color (rojo y amarillo), en contraste con el resto de su mundo en blanco y negro. Y en ese momento es donde dije: “¡Esto es como Pleasantville!”.

Ya desde los primeros avances promocionales, pero sobre todo viendo la serie, somos bastantes los que nos hemos acordado de la película de 1998, ópera prima de Gary Ross (guionista de Big y realizador de Los juegos del hambre y Ocean’s 8), que en España se estrenó en febrero de 1999. Ambas parten de una premisa similar, aunque sus historias se dirijan hacia lugares evidentemente distintos. Cuando comenté el parecido entre Bruja Escarlata y Visión y Pleasantville en Twitter, muchos coincidieron conmigo en la comparación, pero también me sorprendió comprobar que hay mucha gente que no conoce la película o que nunca la ha visto. Más de dos décadas después, Pleasantville parece olvidada, menos por unos cuantos de nosotros que seguimos guardando un lugar especial para ella en nuestros corazones cinéfilos noventeros.

Para quien no la conozca, Pleasantville está protagonizada por Tobey Maguire y Reese Witherspoon, que poco antes de saltar al estrellato internacional con Spider-Man y Una rubia muy legal interpretaron a dos hermanos de caracteres opuestos en el cine, David y Jennifer. Él es un joven tímido e inteligente obsesionado con una comedia televisiva de los 50 llamada Pleasantville y ella es una de las chicas más populares y rebeldes del instituto. Una noche, los dos se pelean por el mando a distancia y lo rompen. Es entonces cuando un técnico de televisores -interpretado por el icono televisivo Don Knotts- se presenta en su puerta y les entrega un extraño nuevo mando con el que son transportados a Pleasantvillle (por cierto, el mismo punto de partida de otra película de los 90, Permanezca en sintonía). Allí se convierten en Bud y Mary Sue Spencer, los protagonistas adolescentes de la sitcom en la que ahora se ven obligados a vivir.

Como bien indica su nombre, Pleasantville es un lugar ideal y placentero, como el que nos encontramos en las series de los 50. Casas acogedoras con jardines de vallas blancas, familias intachables, locales pintorescos, calles suburbanas y parques impolutos, diners donde nos sirven los más deliciosos batidos… Todo es tan perfecto que parece un plató de televisión. No obstante, al igual que en Bruja Escarlata y Visión, bajo la superficie hay algo más.

En Pleasantville todos los días son iguales. Nunca llueve y siempre hace la misma temperatura. Los bomberos se dedican únicamente a rescatar a gatitos de los árboles porque no hay incendios y los balones entran siempre en la canasta. El color no existe y los habitantes del pueblo siguen las normas a rajatabla hasta el punto de parecer robots. Nadie allí conoce el mundo exterior, el arte y la cultura no existen y el sexo ni se les pasa por la cabeza. Es decir, su perfección utópica es todo lo contrario, un lugar distópico alejado del mundo real y regido por leyes vetustas. La llegada de los dos nuevos vecinos procedentes de los 90 empieza a cambiar la mente de los habitantes de Pleasantville, y a medida que estos van descubriendo los placeres y supuestos vicios de la vida y abrazando su individualidad, su realidad se va transformando y adquiriendo color.

La película rebosa imaginación y creatividad por los cuatro costados, además de emoción, ternura y sentido del humor. El reparto está estupendo, con secundarios de lujo como Jeff Daniels, Joan Allen, William H. Macy y el desaparecido Paul Walker. La fotografía en blanco y negro y los efectos especiales con los que se va incorporando el color en el mundo de Pleasantville son excelentes (sorprende que la Academia de Hollywood no la nominara en ninguna de esas categorías) y la partitura de Randy Newman es una delicia. El film recibió tres nominaciones a los Oscar, mejor dirección artística, mejor diseño de vestuario y mejor banda sonora. Aunque no se llevó ninguna, fue considerada como una de las películas de mejor acabado del año. Una pena que el público no la respaldase y no llegara ni a los 50 millones de dólares de recaudación mundial con un presupuesto de 60 (BoxOfficeMojo), considerándose oficialmente un fracaso de taquilla.

Pero dejando a un lado su rendimiento económico, Pleasantville es algo más que una película bien hecha. Es lo que vendría a ser un Caballo de Troya cinematográfico. Parece un trabajo amable e inofensivo, pero esconde un espíritu bastante agitador y muy estimulante. Ross construye una inspirada parábola social en la que nos habla entre otras cosas del conservadurismo, la liberación sexual, el racismo y los prejuicios en general. La idea principal de la película es cómo el miedo al cambio y la represión, tanto la de los demás como la que nos imponemos a nosotros mismos, pueden dar pábulo a la opresión y servir como herramienta para mantenernos a raya. Los habitantes de Pleasantville son víctimas de un sistema que les ha impuesto unas normas que ni siquiera conciben que se pueden saltar, reglas que los convierten en androides programados para obedecer en lugar de seres individuales con identidad propia.

Pleasantville es de esas películas que trascienden el entretenimiento para convertirse en algo más, dejando huella tanto con sus preciosas imágenes como con su sorprendentemente poderoso mensaje y las sensaciones que transmite su historia. Nunca olvidaré esa rosa roja que aparece en los arbustos -y a la que tanto me recordó el helicóptero de Wanda-, la sorprendente escena en la que una inmensa Joan Allen (incomprensible que tampoco fuera nominada al Oscar) descubre su sexualidad en la bañera, el enternecedor momento en el que Tobey Maguire la maquilla de blanco y negro porque su piel está adquiriendo color a consecuencia de estar desarrollando pensamientos individuales; o la preciosa escena en la que por fin cae la primera tormenta en Pleasantville y David tiene que explicar a sus asustados compañeros del instituto lo que es la lluvia. En general, el film está lleno de hallazgos creativos y visuales y secuencias que tienen el poder de conmover y arrebatar.

Salvando las distancias, la oscuridad que esconde Pleasantville es similar a la que podemos encontrar en Bruja Escarlata y Visión. La perfección no existe, así que tanto el pueblo de Pleasantville y como el vecindario de Wanda y Visión son constructos a rechazar, de los que escapar, ideas que no representan la realidad y suponen una especie de infierno para sus personajes (en el caso de Pleasantville esto cambia porque los protagonistas son capaces de transformar el pueblo). Los dos lugares pueden parecer idóneos a simple vista, pero pronto nos damos cuenta de que una realidad así no tiene sentido porque es un modelo falso que solo existe en la ficción de hace 70 años y ahora solo podría desempeñar la función de jaula mental.

Bruja Escarlata y Visión nos recuerda inevitablemente a El show de Truman por su concepto, así como a El mago de Oz o La lista de Schindler por el uso creativo y simbólico del color y el blanco y negro. Pero la obra que más se acerca a la serie de Marvel es Pleasantville, especialmente por su magníficamente fiel recreación de las sitcoms de los 50, junto al lenguaje, valores y clima social de aquella época.

Al final del segundo capítulo de Bruja Escarlata y Visión, el color invade por completo las vidas de Wanda y Visión, que saltan de lleno a la década de los 70 de cara al tercero. En Pleasantville, la aparición del color simboliza cambio y progreso ante la represión, en la serie de Marvel significa que algo va mal y nos indica que sus protagonistas siguen atrapados en una realidad alternativa, solo que avanzando rápidamente en el tiempo. Es muy interesante ver cómo el mismo recurso se puede usar de forma distinta en medios distintos. Definitivamente Marvel está arriesgando y saliéndose del molde de los superhéroes con esta serie, y personalmente estoy deseando comprobar hacia dónde se dirige la historia de Wanda y Visión y qué sorpresas y conexiones con el Universo Marvel nos pueden esperar en los siguientes capítulos.

Tristemente, el tiempo ha hecho que Pleasantville caiga en el olvido. Aunque es una película muy querida por algunos de nosotros (fue uno de los primeros DVD que compré y perdí la cuenta de las veces que la vi en su día), no experimentó el mismo recorrido que otros fracasos de taquilla revalorizados con el tiempo y convertidos en películas de culto. Por eso, la llegada de Bruja Escarlata y Visión es una excusa perfecta para rescatar esta maravilla de finales de los 90 y reivindicarla, tanto para las nuevas generaciones como para los que no la vieron en su día o no han oído nunca hablar de ella. Puede que Pleasantville no sea un clásico de culto, sino un clásico oculto que está esperando en su propia realidad a ser redescubierto.

Pleasantville está disponible en Movistar+ y en alquiler y compra en Apple TV. Bruja Escarlata y Visión está disponible en Disney+.

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